Josefina es una mujer salteña de 63 años que padecía una extraña y dura enfermedad. Un coágulo o trombo que apareció en sus miembros inferiores se convirtió en una pesadilla cuando viajó hasta la arteria pulmonar, obstruyendo el paso y dando comienzo a una sensación de asfixia que creció durante casi 20 años.
El resultado fue una hipertensión pulmonar tromboembólica crónica, que solo podía solucionarse rompiendo el coágulo por medio de una tromboendarterectomía pulmonar. Esta cirugía de ocho horas le exigió a los médicos ingresar a las arterias pulmonares, para lo cual antes tuvieron que enfriar el cuerpo hasta inducirlo a una hipotermia profunda y quitarle sus cinco litros de sangre para iniciar un paro circulatorio.
Desde que en California, año 1973, se realizó por primera vez el protocolo de esta cirugía que evita el trasplante de pulmón, la calidad de la operación ha aumentado. Según informó La Nación, que presenció en vivo esta experiencia, solamente unos 40 centros médicos en el mundo lo practican. Esto porque la complejidad médica y científica es tan alta que implica un equipo de personas especializadas y muy entrenadas para afrontar el alto riesgo que significa para el paciente.
El Hospital El Cruce, de Florencio Varela, es uno de ellos. Además, hasta ahora es el único centro de salud público de la Argentina que la ofrece.
Marcelo Nahin, quien realizó 32 de estas cirugías, es el líder del equipo. Aseguró al mismo medio que para llevar a cabo la intervención "entra en juego la mano del cirujano”.
En síntesis, los pasos fueron los siguientes: primero durmieron a Josefina y le abrieron en dos el esternón con una sierra quirúrgica. Luego con una máquina continuaron el proceso de circulación fuera del cuerpo, enfriando toda la sangre para luego reingresarla al cuerpo y bajar la temperatura corporal de 36 a 18 grados.
Así, cuando llegara el momento de vaciarlo de sangre, funcionaría como una heladera para proteger sus órganos. En ese momento el corazón prácticamente entró en paro.
Una vez conseguida esa temperatura corporal, Nahin tenía solo 20 minutos para ingresar a la arteria pulmonar, que por la enfermedad pasó de tener un diámetro de 30 milímetros a 45. Para quitar la obstrucción usó una pinza, y en caso de que no hubiera logrado la extirpación, debía hacer circular la sangre durante 10 minutos más antes de repetir la secuencia. El proceso se hizo en ambos pulmones.
Esta parte de la operación fue delicada porque se presentaban dos posibles errores: tirar el trombo desde muy profundo podía romper una arteria, y hacerlo superficialmente hubiera llevado a sacar pocos coágulos, lo cual no hubiera sido suficiente para curar a la paciente.
Completada la etapa más crítica, hubo que sellar las arterias y re conectar la circulación de la sangre. Acto seguido, la paciente ingresó en la etapa de recalentamiento, de 90 minutos de duración. Utilizaron el método inicial, pero a la inversa.
"El calor, que ahora empieza a circular por sus venas, logra una especie de lento despabilar de todo aquello que se parece a la vida, el corazón, que estaba casi planchado, empieza a latir", relata el informe. Después desconectaron del corazón las cánulas que utilizaron para modificar la temperatura del cuerpo en ambos casos, sellaron las estructuras vasculares involucradas, cosieron el esternón con un alambre quirúrgico y suturaron la piel.
Al rato, Josefina se despertó respirando con normalidad.
“Sé que es una operación compleja, pero la vida es muy linda para vivirla a medias y ya ni podía alzar a mi nieto porque me quedaba sin aire, ahora estoy feliz", contó la protagonista a La Nación.
Fuente: La Nación